María de los Ángeles Rol de Lama es Catedrática de la Universidad de Murcia y Directora del Laboratorio de Cronobiología. Su investigación se especializa en la cronobiología, con un enfoque en la prevención de alteraciones del sistema circadiano. A lo largo de más de 15 años de trabajo, en colaboración con el grupo de Inteligencia Artificial, ha desarrollado tecnologías innovadoras para abordar problemas circadianos de manera personalizada de las que habla con La Opinión.
¿Cómo influye el estilo de vida urbano en el deterioro del sistema circadiano a medida que envejecemos?
El estilo de vida actual exige estar activo 24 horas al día, los siete días de la semana. Esto dificulta que se respeten los periodos necesarios de descanso nocturno. En las grandes ciudades, el ruido o la contaminación lumínica durante la noche tampoco favorecen el funcionamiento del sistema circadiano.
¿Existen diferencias significativas entre hombres y mujeres en la manera en que envejecen sus ritmos circadianos?
Hay algunas diferencias que se deben principalmente al cronotipo. El cronotipo es lo que nos define como personas más matutinas o vespertinas. Por ejemplo, algunas personas son más activas por la mañana y otras por la noche. La mayoría suele tener un cronotipo indefinido, pero este va cambiando con la edad: somos matutinos en la niñez, más vespertinos en la adolescencia y volvemos a la matutinidad conforme envejecemos. En cuanto a diferencias entre géneros, las mujeres suelen ser más matutinas que los hombres hasta la menopausia. A partir de ese momento, los hombres tienden a ser un poco más matutinos.
Menciona que la luz azul es crucial para regular el reloj biológico. ¿Qué papel pueden jugar las tecnologías de iluminación o gafas especializadas en contrarrestar los efectos del envejecimiento en la percepción de luz azul?
Primero hay que entender por qué es importante la luz azul. La señal principal para que el sistema circadiano se mantenga en hora es el ciclo de luz y oscuridad, pero no todas las luces son igual de eficaces. Necesitamos que el día sea luminoso y la noche, oscura. Las células ganglionares del ojo son sensibles a la luz azul, entre 460 y 480 nanómetros, lo que hace que esta sea especialmente eficaz para informar al sistema circadiano que es de día. Por eso, recibir luz azul por la noche puede confundir al reloj biológico y dificultar la secreción de melatonina, que es fundamental para dormir. Este es uno de los motivos por los que no es recomendable usar dispositivos electrónicos en la cama. Además de la dificultad de desconectar, las pantallas retroiluminadas emiten luz azul, lo que retrasa la hora en la que nos dormiríamos. Por el contrario, la luz azul por la mañana adelanta el reloj biológico, haciendo que tengamos tendencia a acostarnos antes.
En su experiencia como directora del Laboratorio de Cronobiología, ¿qué intervenciones han mostrado ser las más efectivas para mejorar la sincronización circadiana en adultos mayores?
Lo que mejor funciona es un enfoque integral. La luz es una señal clave, pero a menudo no la controlamos adecuadamente. Por ejemplo, es útil usar luces más anaranjadas o de baja intensidad cuando nos preparamos para dormir, y reservar las luces más blancas o con mayor componente azul para áreas como la cocina o el baño durante el día. También es importante mantener horarios regulares de alimentación y ejercicio, ya que estos ayudan a sincronizar el reloj biológico, con lo cual ayuda a envejecer mejor. Además, los contactos sociales son fundamentales, y en la vejez, cuando se pierden amigos o pareja, es crucial fomentar la interacción social.
Teniendo en cuenta la relación entre ejercicio y sincronización circadiana, ¿existen tipos específicos de actividad física más adecuados para personas mayores con ritmos alterados?
No existe un tipo de ejercicio único que sea el más adecuado para todos. En el laboratorio trabajamos mucho en personalizar las recomendaciones. Una de nuestras líneas de investigación utiliza dispositivos vestibles, como el reloj Kronowise, que hemos patentado. Este registra variables como la temperatura, la luz y el movimiento para analizar los hábitos circadianos de cada persona. Así, podemos personalizar las recomendaciones. Por ejemplo, para una persona sedentaria, salir a pasear sería ideal, pero si es alguien que corre maratones, esa recomendación no tendría sentido. Hay que conocer el estado funcional de cada persona.
¿Cómo afecta la calidad de la dieta en el correcto funcionamiento del reloj biológico en la vejez, y qué cambios alimenticios recomendarías?
Esto pertenece al campo de la crononutrición, que estudia no solo qué comemos, sino cuándo lo hacemos. Como somos animales diurnos, nuestro cuerpo está preparado para ayunar por la noche, no para comer. Por eso, retrasar las comidas hacia el final del día, especialmente durante la noche, puede afectar negativamente al metabolismo.
Aparte de lo ya mencionado, ¿qué otros estudios tienen en marcha en el laboratorio?
[–>
Participamos en la red Ciberfes, dedicada a la fragilidad y el envejecimiento saludable. También estamos involucrados en un proyecto europeo, Diabfrail LatAm, que estudia cómo el ejercicio puede ayudar a personas con diabetes, centrándonos en la relación entre el sueño y los ritmos circadianos. Además, estamos llevando a cabo un estudio nacional titulado ‘La luz se encuentra con el envejecimiento’, que analiza el papel de la luz en la regulación del sistema circadiano. Finalmente, con la Sociedad Española del Sueño, hemos puesto en marcha SleepChool, un proyecto para introducir la educación sobre el sueño en las escuelas y mejorar el descanso en adolescentes.